Celebro la VIDA

Mi primera escapada de jubilada.

Me retiré de la vida laboral el día 12 de febrero. Ansiada jubilación. Pero los viajes tienen que esperar porque esta maldita pandemia no parece acabarse y en pocos días se cumple el año del primer estado de alarma. Estamos, ya no castigados, parecemos condenados hasta que podamos ser vacunados, al menos el 70% de la población. Eso dicen. Y dicen que para finales del verano. Eso dicen. Como van por grupos de edades esperamos que nos toque para junio, siendo optimistas.

Todas las Comunidades Autónomas permanecen cerradas perimetralmente así que nuestro deseo de ir a la playa, a Murcia o a Almería, tendrá que ser aplazado,… una vez más. Y es Extremadura la que de nuevo nos abre sus brazos y nos acoge como ya hizo en diciembre. Así que ahora hemos decidido poner rumbo a Monfragüe, al Jerte y a  la Vera.

Habíamos esperado hasta el domingo para disfrutar de toda la semana en la soledad que nos permite ir a contracorriente de la mayor parte de la población que supuestamente ha de trabajar. Estaríamos rodando hasta el viernes, en que regresaríamos a casa huyendo de la salida del fin de semana. 

Y cerca de Madrid, mucho tráfico. Y siempre me pregunto que a donde irá tanta gente. Pero según dejábamos la gran urbe, el tráfico fue disminuyendo hasta quedarnos prácticamente solos.

Rumbo a Saucedilla, a 2 horas de Madrid muy cerca de Almazán. Allí hay una laguna, la de la central de Almazán, con observatorios de aves desperdigados y un lugar de pernocta junto al centro de información. (39.848655, -5.676948).




Allí llegamos a la hora de comer y tras descansar un poco, nos dispusimos a dar un paseo preguntando antes a un joven que estaba en la oficina de información quien nos dijo que podíamos observar con facilidad cormoranes, avetorillo común y cigüeñas.  



Y nada más comenzar en un árbol junto a un aliviadero de la laguna observamos un grupo de avetorillos, unos seis u ocho. Son grandes y el sol de la tarde los iluminaba por lo que los identificamos perfectamente. Nunca hasta ahora los habíamos visto, por lo que disfrutamos con la novedad. Otro “bicho” que añadimos a nuestra lisita.

Seguimos la senda rodeando la laguna, dejamos atrás una finca con cabras, caballos, gatos, perros, gallinas y otros bichos y al subir a un observatorio pudimos avistar un grupo de cinco somormujos. Los observatorios están cerrados y la llave la facilitan en la caseta de información, pero al no llevar telescopios el joven estimó que no sería necesario. Continuamos nuestro camino hasta que decidimos regresar.

De vuelta en la autocaravana, cambiamos de posición y nos introdujimos unos metros por un camino poniendo tierra por medio entre nosotros y la carretera, situándonos junto a un canal de salida de la laguna, sobre hierba, y allí esperamos la noche que no tardó en llegar.

Durante ella llovió copiosamente, y la mañana amaneció con una capa de niebla que lo cubría todo, un bonito paisaje algo fantasmagórico con las nubes posadas sobre la laguna y el carrizo destacando entre ella. Hermosa imagen. 



Y después de desayunar decidimos poner rumbo a Monfragüe, pero antes llamamos al centro de interpretación del parque para preguntar si era posible la pernocta en el Villarreal de San Carlos, como hicimos bastantes años atrás. Más o menos nos sabíamos la respuesta, pero no pude evitar indignarme al escucharla: no era posible  la pernocta en todo el parque nacional…sobre cuatro ruedas. Solo en alojamientos como hoteles, hostales o viviendas de turismo rural. Si deseábamos visitar el parque el día siguiente esta norma nos obligaba a desplazarnos 20 km para salir de las fronteras y volver a hacerlos para entrar. Supongo que la normativa de Parques Nacionales es de rango superior a  la Directiva de la Dirección General de Tráfico sobre el estacionamiento de autocaravanas, y tendré que resignarme aunque  seguramente enviaré, una vez más, un email, para quejarme del trato discriminatorio que recibimos. Pero…estoy cansada. Son las nuevas generaciones las que deben de tomar el relevo en toda esta lucha. Algo, algo se ha ido haciendo. Cuando viajábamos con nuestra camper, ni siquiera se sabia en este país que era un área para autocaravanas, y ahora tenemos muchas diseminadas y podemos viajar con un poco mas tranquilidad, aunque…a veces pienso que podemos morir de propio éxito.

En poco tiempo dejamos la autopista para internarnos por una carretera que nos dirigía hacia el parque. Hermoso paisaje. Las dehesas cacereñas están ahora a punto de alcanzar su esplendor. Encinas cuidadas, alcornoques entre inmensas praderas verdes alfombradas a veces por el blanco de las margaritas que tapizaban grandes extensiones como si hubieran lanzado una inmensa alfombra blanca. Hermoso espectáculo. El brezo blanco había empezado a pintar también el verdor de este paisaje para sacarlo de su monotonía y comenzar a adentrarlo en la primavera, que aún no había llegado aunque apuntaba maneras.

Y comenzamos a desgranar los miradores que a partir de la Portilla del Tietar comenzaron a aparecer como en un rosario. Y tuvimos la gran suerte de encontrar a un apasionado de su tierra y de las aves en este mirador y nos dijo que unos 150 metros después en un aparcamiento podríamos disfrutar del nido de una cigüeña negra y en otro mirador cercado, posiblemente de un alimoche.

Así que seguimos sus consejos y tras 150 metros aparcamos y buscamos donde nos dijo. Y Angel la encontró. Un hermoso nido protegido por una elegante cigüeña negra a la que al poco tiempo se sumó su pareja. Y ahí estuvimos admirándolas y disfrutando de ellas, de ese elegante plumaje negro que cuando el sol lo iluminaba desprendía irisados verdes y azulados metálicos que contrastaban con el intenso color rojo del pico y patas. Estábamos solos y por la carretera apenas circulaba algún que otro coche.

Pero, no fuimos capaces de encontrar el nido del alimoche suponiendo  que no debía estar en su nido ya que su característico color blanco lo hubiera delatado.

Y seguimos sumergidos entre encinas, brezos, retamas, alcornoques, fresnos  y acompañados por las aguas del Tietar y luego las del Tajo, de mirador en mirador, del de la Higuerilla al de  la Báscula, la Tajadilla, la Malavuelta…perdidos entre esta maravilla de verdes, de agua, de silencio porque apenas circulaban coches y podíamos escuchar hasta el zumbido de las moscas al volar. 

Y me pareció todo un regalo. Ahora mi tiempo era por fin mío, no tenía que compartirlo con mi trabajo y podía evitar las hordas que seguramente llenarían todos los rincones de este lugar en un fin de semana habitual. Tenía todo el tiempo del mundo y mi compañero de toda la vida para compartirlo con él. Y además, me pagaban por ello. Me pareció simplemente maravilloso. Fue cuando realmente saboreé con intensidad el placer de estar jubilada y por ahora, tener salud para disfrutarla y a mi compañero junto a mi. Solo con esas dos cosas, me sentía feliz. Si sumaba además este escenario, me sentía una auténtica privilegiada.

Y atrás dejamos Villareal de San Carlos, casi desconocido para nosotros que cuando estuvimos la última vez en otoño, en la berrea, las calles estaban sin asfaltar y ahora aparecen cuidadosamente asfaltadas. Entonces dormimos cerca de la plaza principal. Y seguían siendo poco más de media docena de casas pero….ya no podría venir a disfrutar del espectáculo de berrea por la noche, como hicimos aquella vez.


Y poco después cruzamos el Tajo y ascendimos suavemente hasta el “Salto del gitano”. Allí aparcamos la autocaravana y nos acercamos a los miradores donde había una media docena de locos por las aves armados con unos telescopios envidiables o cámaras de fotos que harían las delicias de cualquier aficionado. Nosotros descendimos con nuestro humilde telescopio y nuestro par de prismáticos y la cámara de fotos y con ellos tratamos de apañarnos.


Y gracias a la sabiduría de estos aficionados y su generosidad pudimos disfrutar no solo de los buitres leonados y la cigüeña negra, si no del buitre negro. Me enseñaron las principales diferencias entre ambos ya que el color, sobre todo desde abajo es engañoso. 




Nos mostraron el roquedo solitario, una avecilla del tamaño de un mirlo pero de color azulón con unas manchas blancas en su lomo, y un pardillo, colorido y de tamaño superior a un gorrión.  También pudimos ver pollitos diminutos de buitre y contemplar el buitre negro, no solo en vuelo, si no en su nido. 



Los dispositivos que permiten acoplar el teléfono móvil al telescopio permiten una visión perfecta de lo que se ve por el telescopio sin acercar el ojo. No podíamos olvidarnos que el “bicho” podría estar acechando. Nos íbamos diciendo donde veíamos unos u otros, bueno, a ellos les resultaba mucho más fácil verlos que a nosotros. Sus ojos están más hechos que nos nuestros.

Y allí permanecimos sin darnos cuenta de que el tiempo pasaba, hasta que un poco después de las 14 horas decidimos buscar un sitio cercano para comer, descansar y poner rumbo al Valle del Jerte, a  Navaconcejo que no solo tiene un área para autocaravanas, sino un pequeño aparcamiento donde comienza la senda de  la garganta de las Nogaledas (40.183125, -5.825235)

Y aquí estamos ahora escuchando más que el rumor del agua, su estruendo, ya que estamos entre la caída del arroyo que discurre por la garganta, a un lado de nuestra autocaravama y el río Jerte, detrás de ella,  al que vierte sus aguas este arroyo. Después de situarnos, hemos salido a dar un paseo por el camino cementado que discurre a lo largo del Jerte hacia Cabezuela del Valle. Un sitio tranquilo donde la noche nos ha rodeado ya con su manto.

Noche estupenda aunque Angel dice que parece que ha dormido con el sonido de una centrifugadora por el ruido del arroyo y del río. El día es espléndido, con un luminoso sol y el aire limpio. En principio habíamos pensado irnos a hacer la senda de los Pilones, en la garganta del Infierno por ser una ruta algo más larga que nos ocuparía toda la mañana, y para el día siguiente dejáríamos  esta garganta cuya senda  comienza justo en frente de nosotros, por ser una ruta algo más corta y al poder terminar previsiblemente por la mañana nos permitiría poner luego rumbo a la Vera al otro lado de este valle.

Pero cuando leemos el cartel de la ruta nos da el mismo tiempo que la de los Pilones, así que decidimos ascender las cascadas, ya que estamos aquí y luego, si terminábamos pronto, nos podríamos acercar a Cabezuela del valle a dar un paseo.

Así sobre las 10 comenzamos esta ruta y en una ascensión fuerte. Pronto dejamos atrás las casas y siempre acompañados por el rumor del río, nos adentramos por una senda estrecha rodeada de espesa vegetación.  

Ascendemos hasta ver la primera de las siete cascadas y es todo un espectáculo. Este invierno ha llovido y además, hace un par de días también, así que el río o arroyo baja con una fuerza tremenda y un gran caudal. Sobrecoge ver su ímpetu y como el agua se desliza por la enorme plancha de granito precipitándose al vacío a gran velocidad.

Seguimos por la estrecha senda bien señalizada y en ascensión permanente y fuerte. Atrás dejamos una zona embarrada y nos acercamos a ver la segunda cascada. Igualmente hermosa e impresionante. Allí coincidimos con un grupo de tres jóvenes con quienes charlamos un poco y que parten antes que nosotros. Y seguimos subiendo hasta llegar a una tercera. 

Me  acerco a ella cuando de pronto oigo a Angel gritar, giro rápidamente justo para ver como a Tula la cede una pata trasera y resbala por la roca hasta desparecer en 2 segundos de nuestra vista. Es una escena de terror. Angel la llama a gritos, con desgarradora desesperación. No la vemos. Yo pienso que se la ha llevado el agua y me lanzo senda abajo a buscarla y la razón me aparece a destellos, sólo…a destellos “¿qué pretendo encontrar? ¿ y donde? Pesa 7 kg, el agua la habrá arrastrado río abajo. La habrá lanzado contra las rocas…Pero…a lo mejor me la encuentro en una poza,… pero si no puedo ver todo el río, ni sus orillas”. La llamo, ¿para qué? Si no me puede responder….pero sigo bajando, corro, me desespero…y oigo gritos detrás de mí. Creo que es Angel llamándola y continúo mi desesperado descenso como un pollo descabezado en busca de no sé qué.

En un momento me detengo y veo a uno de los tres jóvenes con los que nos hemos cruzado. Desconcertado me pregunta que qué es lo que pasa respondiéndole que mi perra se ha caído al rio y me dice que mi perra esta con mi marido y que él pensaba que la que se había caído era yo. Me imagino la tranquilidad al verme y su extrañeza hasta descubrir el motivo de mi comportamiento. Pero yo aún no había salido de mi semi-estado de shock. Me parecía milagroso que Tula estuviera con Angel y pensé que era un error. Le llamé por teléfono para confirmarlo y no respondió. Pero al final lo hizo para oir las palabras mágicas: “está conmigo”. Y lo entendí.

No puedo describir lo que sentí, quizás como si hubiera vivido unos instantes de pesadilla para diluirse todo como una nube de humo. Mientras que corría rio abajo pensé en todo. Si había sido arrastrada por el agua no habría podido sobrevivir, pero,¿qué hacer?. Y si había sobrevivido? Lo mismo estaba en alguna orilla, sola, muerta de frio, quizás herida. No podía dejarla,  no sabía qué hacer. Abajo habíamos dejado un grupo de bomberos que parecían ir de prácticas, pero, por donde buscar? La fuerza que llevaba el agua la podría haber arrastrado en pocos minutos a no se sabe dónde. En fin, prefiero dejar de pensar en el horror  de haberla perdido, porque una cosa es ver y tener la certeza de que no ha sobrevivido y la otra, quedarse con esa incertidumbre, pero todo ha pasado y se ha quedado en un susto gordo, un corte en una pata de un centímetro o dos, que quizás hubiera necesitado sutura y nada más.

Y Tula ha terminado de hacer la ruta sin problemas y hemos estado caminando tres horas. Siempre he dicho que es dura,  y esto es un dato que lo demuestra, pero después de comer, que se ha echado…ya se ha derrumbado. No movía ni una pestaña. Yo creo que al igual que nosotros, cuando nos enfriamos se nos viene todo encima, parece que nos ha pasado una apisonadora y nos duele todo el cuerpo. Si añadimos el estado de shock por haberse visto cerca de la muerte, diría que es completamente normal como está ahora.


Retomo el hilo de la narración. Cuando me he reunido con Angel me he encontrado a Tula empapada y a Angel con los pantalones mojados por encima de la rodilla. Al parecer se había quedado en un lateral del rio, en una poza de la que ella no podía salir, así que Angel ha entrado y la sacado de allí aunque dice que ha buscado ayuda y no había nadie.


 El joven que bajó a buscarme nos dijo que los gritos desgarradores de Angel llamando a  Tula lo habían entendido como “ayuda” . En fin, podía haber acabado todo en tragedia pero la vida, como otras veces, nos ha dado a todos y sobre todo a Tula una segunda oportunidad, aunque a decir verdad para Tula era  ya la   cuarta. Antes de adoptarla nos contaron que se quedó encerrada en una cámara frigorífica donde permaneció toda la noche a 1ºC. A la mañana siguiente, cuando la encontraron, se levantó, se sacudió y salio como si no hubiera pasado nada. Despues, la propia vacuna de la leishmania la hizo desarrollar esta enfermedad, pero era difícil suponer que los síntomas que presentaba se debían a una enfermedad de la que había sido vacunada, así que lo que pensaron era que Tula era inmunodeprimida, así que estuvo un año tratada hasta que descubrieron su origen y a partir de entonces…renacio. Después, sufrió el accidente de Angoulema y ahora, este.


Así que como si no hubiera pasado nada, seguimos ascendiendo y disfrutando de un espectáculo único, donde las cascadas se sucedían unas a otras a cual más hermosa. El agua se precipitaba en una cascada sola, en otra, se deshacía en varias más pequeñas, en alguna caía desde diez metros y otras la altura era inferior…en fin, belleza y variedad y un protagonista común: la desbordante fuerza del agua abriéndose paso con prisa hacia el fondo de la garganta. El ascenso fue acompañado en todo momento de los pajarillos y sus cantos. Vimos varios carboneros en nuestro camino que con sus trinos se sumaron al bullicio del agua, pero tengo que confesar que el ascenso se hizo duro. La senda está muy bien preparada, con pasarelas, pero la subida es casi en vertical, con pendiente muy pronunciada  y hacia el final notábamos el cansancio.

Llegamos a la pista asfaltada. Aquí se puede iniciar el regreso por la izquierda o seguir hasta la 6ª y 7ª cascada. Decidimos hacer un esfuerzo más y seguimos la subida. Ahora si cabe la pendiente era más pronunciada aún, pero el esfuerzo  mereció la pena porque yo creo que la penúltima es la mejor. Cae cuatro o cinco metros abierta en varios brazos en abanico y una pasarela frente a ella permite contemplarla en todo su esplendor. Una maravilla.

Pero la ascensión no había acabado. Tuvimos que continuar unos metros más, para comenzar a descender pero por una pista asfaltada que luego pasó a ser cementada y que descendía hacia el pueblo entre cerezos que apuntaban ya los brotes de sus flores. Toda la ladera estaba llena de cerezos, pero la que teníamos frente a nosotros también por lo que la próxima floración, que calculaban en 10 días, debería ser un espectáculo impresionante con miles de cerezos floreciendo a la vez.  Bueno, si hubieran estado ahora en flor habría sido el broche perfecto, pero, posiblemente no hubiéramos estado tan solos como ahora ya que únicamente nos habíamos cruzado con tres parejas más. El fin de semana tiene que ser una auténtica romería.  Pero esperar a que coincidiera todo era arriesgado. Las condiciones debido a la pandemia podrían variar de un momento a otro y nos arriesgábamos a que Extremadura cerrara en cualquier momento.


El jueves decretaron el cierre de todas las Comunidades autónomas de cara al puente de San José para el 19 de marzo y para la Semana Santa, hasta el 9 de abril. Si hubiéramos esperado una semana posiblemente podríamos haber disfrutado de los cerezos. Pero me daba por muy satisfecha, sobre todo al ver que a nuestro lado, seguía nuestra amiga Tula. No necesitaba más.

A las 12,30 estábamos de regreso y los jóvenes que nos habían ayudado contemplaban a un grupo de bomberos que en el río Jerte hacían  sus maniobras. Les hemos ofrecido una cerveza fresca a cada uno y nos hemos dirigido al área de autocaravanas de esta localidad.

Cuatro plazas solo, junto al río y al campo de fútbol. Nueva y muy bien iluminada y se veía hecha con mucho cariño. Cuando hemos llegado solo quedaba libre la plaza más cercana a la zona de desagüe y allí nos hemos quedado hasta que uno de los que estaba ha decidido cargar y descargar, pero  con el motor encendido, operación que ha superado los diez minutos hasta que he perdido la paciencia y le he pedido que apagara el motor. Su arrogante respuesta fue que no comprendía por qué me molestaba. Me enoja especialmente este tipo de comentarios. Falta de educación, de empatía, de sensibilidad…es que, en primer lugar, no podemos decidir lo que puede o no molestar a los demás, aunque pienso que esto era evidente, pero en segundo lugar, si te lo dicen, procuras cesar en esa molestia y punto. Nadie tiene porqué dar explicaciones sobre el motivo y nadie es quien para decirme lo que me “tiene o debe” molestar o no. En fin. Me ha dicho que se iba y ha tardado unos minutos más, por supuesto molestando hasta que se ha ido.  Al día siguiente comprobamos que el caudal del grifo era bajo por lo que se tardaba mucho en llenar el depósito. Razón de más para apagar el motor.

Hemos ocupado su plaza y nos hemos acercado a la farmacia a buscar blactoestimulina para Tula siguiendo la recomendación de su veterinario al ver una fotografía de su herida. La peluda se ha quedado dentro, sin mover ni una pestaña. Y esto le preocupó a Angel aunque sencillamente yo creía que estaba en shock. Había estado a punto de perder su vida. De hecho, Angel me comentó que cuando estaba en la poza y la llamaba, solo miraba con los ojos perdidos al vacío que se abría por un lado de la poza por la que el agua se precipitaba. Intentaba sentirme yo en una poza en las cataratas del Niágara, con el vacío a mis pies. No podía imaginarme el terror que podría sentir.  

Perdemos agua por una junta del depósito de aguas grises, así que hemos puesto un recipiente debajo para recogerla ya que aunque solo es agua con jabón y es una gota, este goteo es continuo. Nos hemos duchado y hemos descargado de nuevo el depósito. Y la noche ya se nos ha echado encima…una vez más.

Noche tranquila y por la mañana oígo que pasan muchos coches. Nos desperezamos desayunamos, y descargamos y cargamos agua, lento, porque el caudal del grifo era muy bajo. Tula parece estar recuperada. Rumbo hacia Jerte, a la Garganta de los Infiernos, en concreto  a los denominamos Pilones ya que la garganta son 13 km y a Los Pilones unos 6 entre ida y vuelta. Algo muy asequible.

Tardamos pocos minutos en recorrer los 7 km que nos separaban del inicio de esta ruta en un bonito lugar pero para pernoctar (que lo había barajado) solo en las cunetas (40.201243; -5.790726). Allí había alguna que otra autocaravana y sobre todo camper, unas tres.

Tras dejar la nuestra aparcada comenzamos una vez más, a subir. La estrecha senda asciende suavemente entre un bosque de robles. 

Está muy bien señalizada con marcas blancas y amarillas y en poco tiempo se llega ya a una zona donde la senda deja de ascender para transcurrir suavemente a lo largo de la ladera. El río discurre abajo a nuestra derecha. 

Vamos solos y disfrutamos de la paz de este hermoso lugar, acompañados por los trinos de las aves que ahora en primavera están revoltosas y los carboneros se dejan ver con mucha facilidad a simple vista.

En poco tiempo también la senda acaba en una pista forestal que se convierte en un camino empedrado similar a una calzada romana y que nos desciende al lugar donde esta nuestro destino. Un estrecho y seguro puente cruza el rio y desde él podemos contemplar lo que el agua, las piedras y el tiempo han conseguido:  unas curiosas pozas que también se denominan marmitas de gigantes por su formas redondas y su tamaño. El agua discurre veloz aprovechando cualquier recoveco para rauda, seguir su curso imparable. Parece una carrera de velocidad.

Observamos la curiosa forma redondeada de estas pozas (como marmitas), resultado del continuo golpeteo de las piedras que han sido arrastradas y depositadas en el fondo de estas pozas y que el agua ha agitado como si fuera una batidora  haciendo más grande estas oquedades por rozamiento.

 Después del puente, una pasarela lateral  nos permite recorrer los 100 metros aproximadamente de longitud del río que presenta estas curiosas formaciones. Y seguimos solos. Tan solo nos hemos cruzado con una pareja de jóvenes que salían y otras tres personas más que parecen haber llegado en un land rover.

A partir de aquí iniciamos el regreso por donde habíamos venido aunque se puede elegir también volver por una pista forestal. Y ya nos cruzamos con mucha gente que como con cuenta gotas, se sucedían unos a otros. No me puedo imaginar lo que debe ser esto en un fin de semana.



Y, menos mal que ayer atacamos las cascadas porque comparado con ellas, esta ruta de los pilones ha resultado un paseo. Ahora, cuando miro atrás, y comparo, puedo afirmar que la subida de ayer fue dura e intensa, aunque de poca longitud, y menos mal. La información dice que hay 200 metros de desnivel. Sinceramente, yo creo que son bastantes más y el principal problema es que el ascenso se hace casi en vertical y en ningún momento se deja de subir así que hay que reunir fuerzas y ganas, sobre todo cuando se tiene cierta edad.

Ya en la autocaravana pusimos rumbo a la Vera cacereña, para lo cual ascendimos  en dirección a Valdastillas y Piornal  por una buena pero sinuosa carretera. Atrás dejamos las Cascadas de Caozo y luego las de Calderón, pero estábamos ya cansados y con las siete que disfrutamos ayer, a cual más hermosa, tuvimos suficiente. Es…como si necesitáramos este tiempo para procesar sin añadir  más, al menos de momento.


Así que coronamos y descendimos disfrutando de unas hermosas vistas. En la misma carretera vemos la cascada de la Desesperada y paramos.  El agua se descuelga en un grueso cordón por una plancha de granito de considerable altura, atraviesa la carretera por debajo y continua su caída.

Una señal nos indica que Pasaron de la Vera es un conjunto histórico, pero quizás  la misma razón por la que no nos detuvimos en las cascadas justificaría que continuáramos nuestro camino  para dirigirnos directamente a Jaraiz de la vera donde habíamos localizado un posible lugar para pernoctar, junto a sus piscinas.

Y tras atravesar Jaraiz seguimos las indicaciones hacia el “lago”, a unos 7 km del pueblo. Es una zona de baño y hay dos grandes aparcamientos junto a chiringuitos y ambos están vacíos. Elegimos el superior, más cercano a una terraza cuya vivienda parecía estar habitada. Sitio muy tranquilo. Allí comimos y luego…me desmayé.

A las 18 horas  Angel me obligó a salir un poco a explorar los alrededores, aunque la pereza se había ya adueñado de mi. Al cruzarnos con una lugareña la pregunté si conocía por la zona un lugar donde se hacían campamentos juveniles pero hace ya más de 40 años. Y es que aquí estuvimos Angel y yo cuando entonces yo tenía …17 años, Angel unos cuantos más. Vinimos como monitores de niños  que una parroquia humilde de Carabanchel traía 15 días en verano. Recuerdo que estábamos en medio de la nada y que el campamento consistía en cabañas pequeñitas de ladrillo con 4 paredes, una ventana y una puerta…bueno, agujero de entrada porque puerta en sí no había.  Cada cabaña podría albergar a 4 personas. Tenía también una alberca que usamos como piscina y los edificios comunes que contenían algunas habitaciones, baños y cocina. Aun conservo con limpia claridad imágenes del lugar, como fotogramas y me gustaría regresar, reencontrarme con él. Bueno, el resultado de la pregunta fue que a ella le fallaba la memoria, pero no a su marido que dijo recordar el lugar, así que mañana, de camino a Cuacos y a Yuste, iremos a ver si somos capaces primero de encontrarlo y luego de recordarlo. 

Después de mantener una breve conversación con esta pareja que nos aconsejó viajar y disfrutar ahora porque luego los años lo complican todo,  continuamos nuestro paseo por lo que llamaban el “lago” una gran presa para contener el agua del rio convirtiendo la zona en  una gran piscina, pero esta pareja nos dijo que en verano “si tiraban un euro desde el puente, no caia al suelo” de la gente que se juntaba allí, así que me temo que no visitare este lugar ni otros cercanos, en esas fechas.

Ya ha oscurecido. El tiempo pasa rápido y son ya las 20,00 horas. En poco cena y a dormir.

Bueno, pues noche tranquila y estupenda. Estamos ahora a las 19 horas en la cascada del diablo en  Villanueva de la Vera. Hemos llegado a la hora de comer. Es un pequeño merendero a unos 100 m de la carretera y a 4 km de la civilización aunque a la entrada hay una casa que parece habitada. Creíamos que íbamos a pasar la noche solos, pero ahora somos ya tres ya que se han sumado dos camper. Ha llegado un turismo y ha tenido el sitio justo para aparcar lo que no me gusto porque enseguida empiezan a protestar de que las autocaravanas o furgonetas les quitamos a los turismos el sitio de aparcar, como si nosotros no tuviéramos derecho y terminan por prohibirnos estacionar. Lo que me desconcierta es no comprender que hace la gente un jueves por la tarde, o martes, o miércoles, porque no dejar de haber. Y no son precisamente jubilados como nosotros.


Junto a esta zona bajando un camino fácil y unas escaleras, se llega a la cascada, otra impresionante caída de agua. Y no deja de impresionarme la fuerza desatada del agua. Angel dice que ahora las mira de otra forma. Yo no. Siempre me ha sobrecogido , siempre he pensado que no hay obstáculo que las detenga en su carrera hacia su final, como si tuvieran prisa en fundir sus dulces aguas con las saladas del mar. Pero ahora, en primavera,  verlas abriéndose paso decidido con este ímpetu, descolgándose por gigantescas rocas que son toboganes, rugiendo,  con esa bravura, es un espectáculo de la naturaleza que una vez mas, me hace reflexionar sobre lo poca cosa que somos, sobre nuestra necesidad y creencia de tenerlo controlado, de nuestro sentimiento de superioridad, por encima de todo aquello que nos rodea, pero cuando la fuerza de las distintas fuerzas de la naturaleza  se desata, nada las detiene, ni nada ni nadie y arrasa en segundos lo que ha costado años de esfuerzos y trabajo levantar. No solo el agua. El viento y el fuego son igualmente sobrecogedores cuando toda su furia se desata. Bueno, como diría Angel, te has hecho toda una filósofa.


Esta mañana hemos puesto rumbo a Garganta la Olla y en nuestro camino hemos intentado encontrar el campamento. Pero, no ha sido posible. Me hubiera gustado. El tiempo también consigue borrarlo todo, si se empeña.

Como años atrás, porque será la tercera vez que estamos aquí,  hemos aparcado a las afueras y nos hemos introducido por esas callejas protagonistas de episodios de la historia de nuestro país, cuando decían que era rico, cuando éramos una gran potencia. Habría que preguntarle a todos los mortales, porque como siempre, la riqueza se quedada…por arriba y al pueblo apenas llegaba.

Garganta la olla tiene rincones con mucho sabor. Es una pequeña localidad, pero en las fachadas de sus casas  y sobre todo en los dinteles de sus puertas la historia se ha grabado.

De regreso hemos entrado en una tiendecita a buscar torta del casar a la que nos hemos aficionado, para nosotros y para los chicos y además, yo ya echo en falta la miel. Y hemos salido, a parte de con estos manjares, con pimentón de la vera. Me alegro de hacer gasto útil en estas pequeñas tiendas de productos de la tierra que tanto han sufrido y sufren con esta maldita pandemia.

Y hemos partido rumbo a Cuacos de Yuste. Hemos decidido no ir al Monasterio de Yuste ya que hemos estado y no es, a nuestro juicio, un lugar para repetir. Y lo mismo el cementerio alemán.  Pero si se pasa por primera vez por esta zona, es muy recomendable su visita y el cementerio alemán no deja de sorprender o al menos, seguro que no deja indiferente a nadie.

En Cuacos hemos descubierto su plaza porticada en su mitad, sus callejas y el hermoso rincón de una plaza con una fuente central, bañada ahora por el sol, por la paz, en la que una lugareña tomaba el sol. Mucha tranquilidad, mucha serenidad y ningún turista. Un lujo.

Nos hemos dirigido después a Aldeanueva de la Vera donde el interés está en su curiosa plaza de toros que está integrada en el casco viejo, pero que ya ha perdido parte de su identidad a lo largo de los años al haberse sustituido las viejas construcciones por viviendas nuevas.

 

Y tras dejar atrás en nuestro paseo la fuente de los ocho caños, hemos regresado a la autocaravana para poner rumbo a Jarandilla de la Vera. Aquí nos hemos acercado a su puente romano al que hemos llegado pero donde no hemos podido aparcar así que Angel se ha quedado en un lado de la carretera y yo me he acercado a disfrutar de este hermoso y sencillo puente que guarda siglos de historia.

Y dejando el castillo a nuestra izquierda, actual parador nacional, hemos puesto rumbo a buscar un lugar donde comer, descansar y pasar la noche. Y en nuestro camino hemos dejado otra zona de baño pero demasiado cercana a la carretera donde había otra camper, pero hemos preferido desplazarnos en busca de otro mejor. Si no la encontrábamos siempre podíamos regresar. Y en nuestra ruta hemos pasado por Valverde de la vera donde años atrás estuvimos una semana santa, disfrutando de sus famosos “empalados” y he reconocido el campo de futbol de la localidad que amablemente nos acogió entonces. Otro posible lugar.

Pero este donde nos encontramos es perfecto, así que aquí hemos comido y a las 5,30, como casi siempre, nos forzamos a salir a estirar las piernas y nos hemos acercado a la cascada. 


En una hornacina similar a un buzón, junto a un ramo de flores de plástico  hay una carta manuscrita plastificada, de un hermano a otro. Estuve leyendo entre líneas, no comprendía muy bien letra, pero no me sentía cómoda.  Era evidente que si la habían dejado aquí era porque deseaban que fuera leída, pero de alguna manera sentía que estaba invadiendo  un espacio intimo de alguien que había perdido a su hermano, no sé si en este lugar o estaba aquí por algún motivo desconocido. Las emociones  ante la pérdida de un ser querido  son tan intensas y nos hacen tan extremadamente vulnerables que nos desnudan el alma y siento cierto pudor ante este "desnudo" emocional de un desconocido. 

Regresamos para darnos una buena ducha y esperar la noche. Mañana volvemos a casa, coincidiendo con el comienzo del fin de semana cuando la mayoría saldrá a disfrutarlo y  más ahora que han decidido que se cierran todas las Comunidades Autónomas el Puente de San Jose y la Semana Santa, y eso quiere decir desde el 18 de marzo hasta el 9 de abril, asi que suponemos que saldrán en tromba. Nosotros,  para quitarnos un poquito el “mono”, suficiente.


Mañana espléndida que dedicamos a visitar las cercanas localidades de Villanueva de la Vera y Valverde de la Vera, ambas con encantadores rincones que hay que descubrir y disfrutar…con los pies…y con los ojos, sin dejar de sentir la belleza de la sencillez de la arquitectura popular de la zona, dejarse engullir por sus calles, callejas y callejones, abandonarse y entregarse a los rincones y a sus gentes que disfrutan de su ocio al sol en sus puertas, o limpian sus calles, o riegan sus plantas…la maravillosa cotidianeidad de las personas que habitan estos lugares y que los llenan de vida manteniendo viva su historia y su recuerdos. 

Pasear por ellas es toda una delicia, broche estupendo para estos días por tierras cacereñas, donde empezamos entre plumas, circulamos por valles y dehesas, caminamos por gargantas por las que se descolgaban el agua y terminamos con sus gentes. Así hemos ido de las plumas a las hojas, de las hojas al agua y del agua, a las gentes.








Y cuando termino de escribir este relato, Angel ya ha recibido la primera dosis de la vacuna astrazeneca que le inmuniza en parte durante 10 o 12 semanas  hasta que reciba la segunda.  Y yo, he sido citada para   el 25 de abril. Vemos el final de este largo túnel.

 Indice general de relatos