Celebro la VIDA
Mi primera escapada de
jubilada.
Me retiré de la vida
laboral el día 12 de febrero. Ansiada jubilación. Pero los viajes tienen que
esperar porque esta maldita pandemia no parece acabarse y en pocos días se
cumple el año del primer estado de alarma. Estamos, ya no castigados, parecemos
condenados hasta que podamos ser vacunados, al menos el 70% de la población.
Eso dicen. Y dicen que para finales del verano. Eso dicen. Como van por grupos
de edades esperamos que nos toque para junio, siendo optimistas.
Todas las Comunidades
Autónomas permanecen cerradas perimetralmente así que nuestro deseo de ir a la
playa, a Murcia o a Almería, tendrá que ser aplazado,… una vez más. Y es Extremadura
la que de nuevo nos abre sus brazos y nos acoge como ya hizo en diciembre. Así
que ahora hemos decidido poner rumbo a Monfragüe, al Jerte y a la Vera.
Habíamos esperado
hasta el domingo para disfrutar de toda la semana en la soledad que nos permite
ir a contracorriente de la mayor parte de la población que supuestamente ha de
trabajar. Estaríamos rodando hasta el viernes, en que regresaríamos a casa
huyendo de la salida del fin de semana.
Y cerca de Madrid,
mucho tráfico. Y siempre me pregunto que a donde irá tanta gente. Pero según
dejábamos la gran urbe, el tráfico fue disminuyendo hasta quedarnos
prácticamente solos.
Rumbo a Saucedilla, a 2 horas de Madrid muy
cerca de Almazán. Allí hay una laguna, la de la central de Almazán, con
observatorios de aves desperdigados y un lugar de pernocta junto al centro de
información. (39.848655, -5.676948).
Seguimos la senda
rodeando la laguna, dejamos atrás una finca con cabras, caballos, gatos,
perros, gallinas y otros bichos y al subir a un observatorio pudimos avistar un
grupo de cinco somormujos. Los observatorios están cerrados y la llave la
facilitan en la caseta de información, pero al no llevar telescopios el joven
estimó que no sería necesario. Continuamos nuestro camino hasta que decidimos
regresar.
De vuelta en la
autocaravana, cambiamos de posición y nos introdujimos unos metros por un
camino poniendo tierra por medio entre nosotros y la carretera, situándonos
junto a un canal de salida de la laguna, sobre hierba, y allí esperamos la
noche que no tardó en llegar.
Durante ella llovió
copiosamente, y la mañana amaneció con una capa de niebla que lo cubría todo,
un bonito paisaje algo fantasmagórico con las nubes posadas sobre la laguna y
el carrizo destacando entre ella. Hermosa imagen.
Y después de desayunar
decidimos poner rumbo a Monfragüe, pero antes llamamos al centro de
interpretación del parque para preguntar si era posible la pernocta en el
Villarreal de San Carlos, como hicimos bastantes años atrás. Más o menos nos
sabíamos la respuesta, pero no pude evitar indignarme al escucharla: no era
posible la pernocta en todo el parque
nacional…sobre cuatro ruedas. Solo en alojamientos como hoteles, hostales o
viviendas de turismo rural. Si deseábamos visitar el parque el día siguiente
esta norma nos obligaba a desplazarnos 20 km para salir de las fronteras y
volver a hacerlos para entrar. Supongo que la normativa de Parques Nacionales es
de rango superior a la Directiva de la Dirección
General de Tráfico sobre el estacionamiento de autocaravanas, y tendré que
resignarme aunque seguramente enviaré,
una vez más, un email, para quejarme del trato discriminatorio que recibimos. Pero…estoy
cansada. Son las nuevas generaciones las que deben de tomar el relevo en toda
esta lucha. Algo, algo se ha ido haciendo. Cuando viajábamos con nuestra
camper, ni siquiera se sabia en este país que era un área para autocaravanas, y
ahora tenemos muchas diseminadas y podemos viajar con un poco mas tranquilidad,
aunque…a veces pienso que podemos morir de propio éxito.
En poco tiempo dejamos la autopista para internarnos por una carretera que nos dirigía hacia el parque. Hermoso paisaje. Las dehesas cacereñas están ahora a punto de alcanzar su esplendor. Encinas cuidadas, alcornoques entre inmensas praderas verdes alfombradas a veces por el blanco de las margaritas que tapizaban grandes extensiones como si hubieran lanzado una inmensa alfombra blanca. Hermoso espectáculo. El brezo blanco había empezado a pintar también el verdor de este paisaje para sacarlo de su monotonía y comenzar a adentrarlo en la primavera, que aún no había llegado aunque apuntaba maneras.
Y comenzamos a desgranar los miradores que a partir de la Portilla del Tietar comenzaron a aparecer como en un rosario. Y tuvimos la gran suerte de encontrar a un apasionado de su tierra y de las aves en este mirador y nos dijo que unos 150 metros después en un aparcamiento podríamos disfrutar del nido de una cigüeña negra y en otro mirador cercado, posiblemente de un alimoche.
Así que seguimos sus consejos y tras 150 metros aparcamos y buscamos donde nos dijo. Y Angel la encontró. Un hermoso nido protegido por una elegante cigüeña negra a la que al poco tiempo se sumó su pareja. Y ahí estuvimos admirándolas y disfrutando de ellas, de ese elegante plumaje negro que cuando el sol lo iluminaba desprendía irisados verdes y azulados metálicos que contrastaban con el intenso color rojo del pico y patas. Estábamos solos y por la carretera apenas circulaba algún que otro coche.
Pero, no fuimos
capaces de encontrar el nido del alimoche suponiendo que no debía estar en su nido ya que su
característico color blanco lo hubiera delatado.
Y me pareció todo un regalo. Ahora mi tiempo era por fin mío, no tenía que compartirlo con mi trabajo y podía evitar las hordas que seguramente llenarían todos los rincones de este lugar en un fin de semana habitual. Tenía todo el tiempo del mundo y mi compañero de toda la vida para compartirlo con él. Y además, me pagaban por ello. Me pareció simplemente maravilloso. Fue cuando realmente saboreé con intensidad el placer de estar jubilada y por ahora, tener salud para disfrutarla y a mi compañero junto a mi. Solo con esas dos cosas, me sentía feliz. Si sumaba además este escenario, me sentía una auténtica privilegiada.
Los dispositivos que permiten
acoplar el teléfono móvil al telescopio permiten una visión perfecta de lo que
se ve por el telescopio sin acercar el ojo. No podíamos olvidarnos que el “bicho”
podría estar acechando. Nos íbamos diciendo donde veíamos unos u otros, bueno,
a ellos les resultaba mucho más fácil verlos que a nosotros. Sus ojos están más
hechos que nos nuestros.
Y allí permanecimos sin darnos cuenta de que el tiempo pasaba, hasta que un poco después de las 14 horas decidimos buscar un sitio cercano para comer, descansar y poner rumbo al Valle del Jerte, a Navaconcejo que no solo tiene un área para autocaravanas, sino un pequeño aparcamiento donde comienza la senda de la garganta de las Nogaledas (40.183125, -5.825235)
Noche estupenda aunque
Angel dice que parece que ha dormido con el sonido de una centrifugadora por el
ruido del arroyo y del río. El día es espléndido, con un luminoso sol y el aire
limpio. En principio habíamos pensado irnos a hacer la senda de los Pilones, en
la garganta del Infierno por ser una ruta algo más larga que nos ocuparía toda
la mañana, y para el día siguiente dejáríamos
esta garganta cuya senda comienza
justo en frente de nosotros, por ser una ruta algo más corta y al poder
terminar previsiblemente por la mañana nos permitiría poner luego rumbo a la Vera
al otro lado de este valle.
Pero cuando leemos el
cartel de la ruta nos da el mismo tiempo que la de los Pilones, así que
decidimos ascender las cascadas, ya que estamos aquí y luego, si terminábamos pronto,
nos podríamos acercar a Cabezuela del valle a dar un paseo.
Ascendemos hasta ver la primera de las siete cascadas y es todo un
espectáculo. Este invierno ha llovido y además, hace un par de días también,
así que el río o arroyo baja con una fuerza tremenda y un gran caudal.
Sobrecoge ver su ímpetu y como el agua se desliza por la enorme plancha de
granito precipitándose al vacío a gran velocidad.
En un momento me detengo y veo a uno de los tres jóvenes con los que nos hemos cruzado. Desconcertado me pregunta que qué es lo que pasa respondiéndole que mi perra se ha caído al rio y me dice que mi perra esta con mi marido y que él pensaba que la que se había caído era yo. Me imagino la tranquilidad al verme y su extrañeza hasta descubrir el motivo de mi comportamiento. Pero yo aún no había salido de mi semi-estado de shock. Me parecía milagroso que Tula estuviera con Angel y pensé que era un error. Le llamé por teléfono para confirmarlo y no respondió. Pero al final lo hizo para oir las palabras mágicas: “está conmigo”. Y lo entendí.
No puedo describir lo
que sentí, quizás como si hubiera vivido unos instantes de pesadilla para
diluirse todo como una nube de humo. Mientras que corría rio abajo pensé en
todo. Si había sido arrastrada por el agua no habría podido sobrevivir, pero,¿qué
hacer?. Y si había sobrevivido? Lo mismo estaba en alguna orilla, sola, muerta
de frio, quizás herida. No podía dejarla, no sabía qué hacer. Abajo habíamos dejado un
grupo de bomberos que parecían ir de prácticas, pero, por donde buscar? La
fuerza que llevaba el agua la podría haber arrastrado en pocos minutos a no se
sabe dónde. En fin, prefiero dejar de pensar en el horror de haberla perdido, porque una cosa es ver y
tener la certeza de que no ha sobrevivido y la otra, quedarse con esa
incertidumbre, pero todo ha pasado y se ha quedado en un susto gordo, un corte
en una pata de un centímetro o dos, que quizás hubiera necesitado sutura y nada
más.
Y Tula ha terminado de hacer la ruta sin problemas y hemos estado caminando tres horas. Siempre he dicho que es dura, y esto es un dato que lo demuestra, pero después de comer, que se ha echado…ya se ha derrumbado. No movía ni una pestaña. Yo creo que al igual que nosotros, cuando nos enfriamos se nos viene todo encima, parece que nos ha pasado una apisonadora y nos duele todo el cuerpo. Si añadimos el estado de shock por haberse visto cerca de la muerte, diría que es completamente normal como está ahora.
Así que como si no hubiera pasado nada, seguimos ascendiendo y disfrutando de un espectáculo único, donde las cascadas se sucedían unas a otras a cual más hermosa. El agua se precipitaba en una cascada sola, en otra, se deshacía en varias más pequeñas, en alguna caía desde diez metros y otras la altura era inferior…en fin, belleza y variedad y un protagonista común: la desbordante fuerza del agua abriéndose paso con prisa hacia el fondo de la garganta. El ascenso fue acompañado en todo momento de los pajarillos y sus cantos. Vimos varios carboneros en nuestro camino que con sus trinos se sumaron al bullicio del agua, pero tengo que confesar que el ascenso se hizo duro. La senda está muy bien preparada, con pasarelas, pero la subida es casi en vertical, con pendiente muy pronunciada y hacia el final notábamos el cansancio.
Llegamos a la pista
asfaltada. Aquí se puede iniciar el regreso por la izquierda o seguir hasta la
6ª y 7ª cascada. Decidimos hacer un esfuerzo más y seguimos la subida. Ahora si
cabe la pendiente era más pronunciada aún, pero el esfuerzo mereció la pena porque yo creo que la
penúltima es la mejor. Cae cuatro o cinco metros abierta en varios brazos en
abanico y una pasarela frente a ella permite contemplarla en todo su esplendor.
Una maravilla.
Pero la ascensión no había acabado. Tuvimos que continuar unos metros más, para comenzar a descender pero por una pista asfaltada que luego pasó a ser cementada y que descendía hacia el pueblo entre cerezos que apuntaban ya los brotes de sus flores. Toda la ladera estaba llena de cerezos, pero la que teníamos frente a nosotros también por lo que la próxima floración, que calculaban en 10 días, debería ser un espectáculo impresionante con miles de cerezos floreciendo a la vez. Bueno, si hubieran estado ahora en flor habría sido el broche perfecto, pero, posiblemente no hubiéramos estado tan solos como ahora ya que únicamente nos habíamos cruzado con tres parejas más. El fin de semana tiene que ser una auténtica romería. Pero esperar a que coincidiera todo era arriesgado. Las condiciones debido a la pandemia podrían variar de un momento a otro y nos arriesgábamos a que Extremadura cerrara en cualquier momento.
El jueves decretaron
el cierre de todas las Comunidades autónomas de cara al puente de San José para
el 19 de marzo y para la Semana Santa, hasta el 9 de abril. Si hubiéramos esperado
una semana posiblemente podríamos haber disfrutado de los cerezos. Pero me daba
por muy satisfecha, sobre todo al ver que a nuestro lado, seguía nuestra amiga
Tula. No necesitaba más.
A las 12,30 estábamos
de regreso y los jóvenes que nos habían ayudado contemplaban a un grupo de
bomberos que en el río Jerte hacían sus
maniobras. Les hemos ofrecido una cerveza fresca a cada uno y nos hemos
dirigido al área de autocaravanas de esta localidad.
Cuatro plazas solo,
junto al río y al campo de fútbol. Nueva y muy bien iluminada y se veía hecha
con mucho cariño. Cuando hemos llegado solo quedaba libre la plaza más cercana
a la zona de desagüe y allí nos hemos quedado hasta que uno de los que estaba
ha decidido cargar y descargar, pero con
el motor encendido, operación que ha superado los diez minutos hasta que he
perdido la paciencia y le he pedido que apagara el motor. Su arrogante
respuesta fue que no comprendía por qué me molestaba. Me enoja especialmente
este tipo de comentarios. Falta de educación, de empatía, de sensibilidad…es
que, en primer lugar, no podemos decidir lo que puede o no molestar a los demás,
aunque pienso que esto era evidente, pero en segundo lugar, si te lo dicen,
procuras cesar en esa molestia y punto. Nadie tiene porqué dar explicaciones
sobre el motivo y nadie es quien para decirme lo que me “tiene o debe” molestar
o no. En fin. Me ha dicho que se iba y ha tardado unos minutos más, por
supuesto molestando hasta que se ha ido. Al día siguiente comprobamos que el caudal del
grifo era bajo por lo que se tardaba mucho en llenar el depósito. Razón de más
para apagar el motor.
Hemos ocupado su plaza
y nos hemos acercado a la farmacia a buscar blactoestimulina para Tula
siguiendo la recomendación de su veterinario al ver una fotografía de su
herida. La peluda se ha quedado dentro, sin mover ni una pestaña. Y esto le
preocupó a Angel aunque sencillamente yo creía que estaba en shock. Había
estado a punto de perder su vida. De hecho, Angel me comentó que cuando estaba
en la poza y la llamaba, solo miraba con los ojos perdidos al vacío que se
abría por un lado de la poza por la que el agua se precipitaba. Intentaba
sentirme yo en una poza en las cataratas del Niágara, con el vacío a mis pies.
No podía imaginarme el terror que podría sentir.
Perdemos agua por una
junta del depósito de aguas grises, así que hemos puesto un recipiente debajo
para recogerla ya que aunque solo es agua con jabón y es una gota, este goteo
es continuo. Nos hemos duchado y hemos descargado de nuevo el depósito. Y la
noche ya se nos ha echado encima…una vez más.
Noche tranquila y por
la mañana oígo que pasan muchos coches. Nos desperezamos desayunamos, y
descargamos y cargamos agua, lento, porque el caudal del grifo era muy bajo.
Tula parece estar recuperada. Rumbo hacia Jerte, a la Garganta de los Infiernos,
en concreto a los denominamos Pilones ya que la garganta son 13 km y
a Los Pilones unos 6 entre ida y vuelta. Algo muy asequible.
Tardamos pocos minutos
en recorrer los 7 km que nos separaban del inicio de esta ruta en un bonito
lugar pero para pernoctar (que lo había barajado) solo en las cunetas
(40.201243; -5.790726). Allí había alguna que otra autocaravana y sobre todo
camper, unas tres.
Tras dejar la nuestra aparcada comenzamos una vez más, a subir. La estrecha senda asciende suavemente entre un bosque de robles.
Está muy bien señalizada con marcas blancas y amarillas y en poco tiempo se llega ya a una zona donde la senda deja de ascender para transcurrir suavemente a lo largo de la ladera. El río discurre abajo a nuestra derecha.
Vamos solos y disfrutamos de la paz de este hermoso lugar, acompañados por los trinos de las aves que ahora en primavera están revoltosas y los carboneros se dejan ver con mucha facilidad a simple vista.
En poco tiempo también
la senda acaba en una pista forestal que se convierte en un camino empedrado
similar a una calzada romana y que nos desciende al lugar donde esta nuestro
destino. Un estrecho y seguro puente cruza el rio y desde él podemos contemplar
lo que el agua, las piedras y el tiempo han conseguido: unas curiosas pozas que también se denominan
marmitas de gigantes por su formas redondas y su tamaño. El agua discurre veloz
aprovechando cualquier recoveco para rauda, seguir su curso imparable. Parece
una carrera de velocidad.
Observamos la curiosa forma redondeada de estas pozas (como marmitas), resultado del continuo golpeteo de las piedras que han sido arrastradas y depositadas en el fondo de estas pozas y que el agua ha agitado como si fuera una batidora haciendo más grande estas oquedades por rozamiento.
Después del puente, una pasarela lateral nos permite recorrer los 100 metros aproximadamente de longitud del río que presenta estas curiosas formaciones. Y seguimos solos. Tan solo nos hemos cruzado con una pareja de jóvenes que salían y otras tres personas más que parecen haber llegado en un land rover.
Y, menos mal que ayer
atacamos las cascadas porque comparado con ellas, esta ruta de los pilones ha
resultado un paseo. Ahora, cuando miro atrás, y comparo, puedo afirmar que la
subida de ayer fue dura e intensa, aunque de poca longitud, y menos mal. La
información dice que hay 200 metros de desnivel. Sinceramente, yo creo que son
bastantes más y el principal problema es que el ascenso se hace casi en
vertical y en ningún momento se deja de subir así que hay que reunir fuerzas y
ganas, sobre todo cuando se tiene cierta edad.
Ya en la autocaravana
pusimos rumbo a la Vera cacereña, para lo cual ascendimos en dirección a Valdastillas y Piornal por una buena pero sinuosa carretera. Atrás
dejamos las Cascadas de Caozo y luego las de Calderón, pero estábamos ya
cansados y con las siete que disfrutamos ayer, a cual más hermosa, tuvimos
suficiente. Es…como si necesitáramos este tiempo para procesar sin añadir más, al menos de momento.
Así que coronamos y descendimos disfrutando de unas hermosas vistas. En la misma carretera vemos la cascada de la Desesperada y paramos. El agua se descuelga en un grueso cordón por una plancha de granito de considerable altura, atraviesa la carretera por debajo y continua su caída.
Una señal nos indica
que Pasaron de la Vera es un conjunto histórico, pero quizás la misma razón por la que no nos detuvimos en
las cascadas justificaría que continuáramos nuestro camino para dirigirnos directamente a Jaraiz de la
vera donde habíamos localizado un posible lugar para pernoctar, junto a sus
piscinas.
Y tras atravesar
Jaraiz seguimos las indicaciones hacia el “lago”, a unos 7 km del pueblo. Es una
zona de baño y hay dos grandes aparcamientos junto a chiringuitos y ambos están
vacíos. Elegimos el superior, más cercano a una terraza cuya vivienda parecía
estar habitada. Sitio muy tranquilo. Allí comimos y luego…me desmayé.
A las 18 horas Angel me obligó a salir un poco a explorar los alrededores, aunque la pereza se había ya adueñado de mi. Al cruzarnos con una lugareña la pregunté si conocía por la zona un lugar donde se hacían campamentos juveniles pero hace ya más de 40 años. Y es que aquí estuvimos Angel y yo cuando entonces yo tenía …17 años, Angel unos cuantos más. Vinimos como monitores de niños que una parroquia humilde de Carabanchel traía 15 días en verano. Recuerdo que estábamos en medio de la nada y que el campamento consistía en cabañas pequeñitas de ladrillo con 4 paredes, una ventana y una puerta…bueno, agujero de entrada porque puerta en sí no había. Cada cabaña podría albergar a 4 personas. Tenía también una alberca que usamos como piscina y los edificios comunes que contenían algunas habitaciones, baños y cocina. Aun conservo con limpia claridad imágenes del lugar, como fotogramas y me gustaría regresar, reencontrarme con él. Bueno, el resultado de la pregunta fue que a ella le fallaba la memoria, pero no a su marido que dijo recordar el lugar, así que mañana, de camino a Cuacos y a Yuste, iremos a ver si somos capaces primero de encontrarlo y luego de recordarlo.
Después de mantener
una breve conversación con esta pareja que nos aconsejó viajar y disfrutar
ahora porque luego los años lo complican todo,
continuamos nuestro paseo por lo que llamaban el “lago” una gran presa para
contener el agua del rio convirtiendo la zona en una gran piscina, pero esta pareja nos dijo
que en verano “si tiraban un euro desde el puente, no caia al suelo” de la
gente que se juntaba allí, así que me temo que no visitare este lugar ni otros
cercanos, en esas fechas.
Ya ha oscurecido. El
tiempo pasa rápido y son ya las 20,00 horas. En poco cena y a dormir.
Bueno, pues noche tranquila y estupenda. Estamos ahora a las 19 horas en la cascada del diablo en Villanueva de la Vera. Hemos llegado a la hora de comer. Es un pequeño merendero a unos 100 m de la carretera y a 4 km de la civilización aunque a la entrada hay una casa que parece habitada. Creíamos que íbamos a pasar la noche solos, pero ahora somos ya tres ya que se han sumado dos camper. Ha llegado un turismo y ha tenido el sitio justo para aparcar lo que no me gusto porque enseguida empiezan a protestar de que las autocaravanas o furgonetas les quitamos a los turismos el sitio de aparcar, como si nosotros no tuviéramos derecho y terminan por prohibirnos estacionar. Lo que me desconcierta es no comprender que hace la gente un jueves por la tarde, o martes, o miércoles, porque no dejar de haber. Y no son precisamente jubilados como nosotros.
Como años atrás,
porque será la tercera vez que estamos aquí, hemos aparcado a las afueras y nos hemos
introducido por esas callejas protagonistas de episodios de la historia de
nuestro país, cuando decían que era rico, cuando éramos una gran potencia.
Habría que preguntarle a todos los mortales, porque como siempre, la riqueza se
quedada…por arriba y al pueblo apenas llegaba.
En Cuacos hemos descubierto su plaza porticada en su mitad, sus callejas y el hermoso rincón de una plaza con una fuente central, bañada ahora por el sol, por la paz, en la que una lugareña tomaba el sol. Mucha tranquilidad, mucha serenidad y ningún turista. Un lujo.
Nos hemos dirigido después a Aldeanueva de la Vera donde el interés está en su curiosa plaza de toros que está integrada en el casco viejo, pero que ya ha perdido parte de su identidad a lo largo de los años al haberse sustituido las viejas construcciones por viviendas nuevas.
Y dejando el castillo
a nuestra izquierda, actual parador nacional, hemos puesto rumbo a buscar un
lugar donde comer, descansar y pasar la noche. Y en nuestro camino hemos dejado
otra zona de baño pero demasiado cercana a la carretera donde había otra
camper, pero hemos preferido desplazarnos en busca de otro mejor. Si no la
encontrábamos siempre podíamos regresar. Y en nuestra ruta hemos pasado por
Valverde de la vera donde años atrás estuvimos una semana santa, disfrutando de
sus famosos “empalados” y he reconocido el campo de futbol de la localidad que
amablemente nos acogió entonces. Otro posible lugar.
Pero este donde nos encontramos es perfecto, así que aquí hemos comido y a las 5,30, como casi siempre, nos forzamos a salir a estirar las piernas y nos hemos acercado a la cascada.
En una hornacina similar a un buzón, junto a un ramo de flores de plástico hay una carta manuscrita plastificada, de un hermano a otro. Estuve leyendo entre líneas, no comprendía muy bien letra, pero no me sentía cómoda. Era evidente que si la habían dejado aquí era porque deseaban que fuera leída, pero de alguna manera sentía que estaba invadiendo un espacio intimo de alguien que había perdido a su hermano, no sé si en este lugar o estaba aquí por algún motivo desconocido. Las emociones ante la pérdida de un ser querido son tan intensas y nos hacen tan extremadamente vulnerables que nos desnudan el alma y siento cierto pudor ante este "desnudo" emocional de un desconocido.
Regresamos para darnos una buena ducha y
esperar la noche. Mañana volvemos a casa, coincidiendo con el comienzo del
fin de semana cuando la mayoría saldrá a disfrutarlo y más ahora que han decidido que se cierran
todas las Comunidades Autónomas el Puente de San Jose y la Semana Santa, y eso
quiere decir desde el 18 de marzo hasta el 9 de abril, asi que suponemos que
saldrán en tromba. Nosotros, para
quitarnos un poquito el “mono”, suficiente.
Mañana espléndida que dedicamos a visitar las cercanas localidades de Villanueva de la Vera y Valverde de la Vera, ambas con encantadores rincones que hay que descubrir y disfrutar…con los pies…y con los ojos, sin dejar de sentir la belleza de la sencillez de la arquitectura popular de la zona, dejarse engullir por sus calles, callejas y callejones, abandonarse y entregarse a los rincones y a sus gentes que disfrutan de su ocio al sol en sus puertas, o limpian sus calles, o riegan sus plantas…la maravillosa cotidianeidad de las personas que habitan estos lugares y que los llenan de vida manteniendo viva su historia y su recuerdos.
Pasear por ellas es
toda una delicia, broche estupendo para estos días por tierras cacereñas, donde
empezamos entre plumas, circulamos por valles y dehesas, caminamos por
gargantas por las que se descolgaban el agua y terminamos con sus gentes. Así
hemos ido de las plumas a las hojas, de las hojas al agua y del agua, a las
gentes.
Y cuando termino de escribir este relato, Angel ya ha recibido la primera dosis de la vacuna astrazeneca que le inmuniza en parte durante 10 o 12 semanas hasta que reciba la segunda. Y yo, he sido citada para el 25 de abril. Vemos el final de este largo túnel.